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matar no es un derecho

Una vez más volvemos a esperar a que un muerto nos haga a todos reflexionar. Una vez más tenemos que ponerle voz a una victima. Yo ya no quiero poner más palabras en boca de un difunto. Los muertos no hablan, sus familias solo lloran y el resto miramos para otro lado porque el País Vasco está muy lejos. Otras veces, nos remuerde la conciencia, nos sentimos mal por las personas que sufren, nos indignamos, nos asqueamos de todo y nos preguntamos hasta cuándo vamos a tener que aguantar esto.

No voy a ser hipócrita. Yo no soy vasco, ni conocía a ese señor, ni me afecta personalmente el hecho, pero eso no quiere decir que no sea mi problema. El terrorismo es problema de todos; no solo por los atentados y la muerte de inocentes, por las extorsiones, el vandalismo y la represión a la que se ve sometido el pueblo vasco, sino porque es poner en jaque a la democracia, al orden establecido, al sistema, a la constitución, a nuestros valores, principios y derechos. Es un ataque directo a los pilares sobre los que se erige el estado de derecho.

 

Hay un pueblo que sufre un cáncer, que padece sus dolores y teme sus consecuencias y, por ley, por decencia cívica, ética, moral y legal, hay un país y un gobierno que puede y debe extirpar ese tumor. Y si no puede hacerse con sutil cirugía y escalpelo, pues habrá que ir pensando en tirar de sierra y amputar miembros antes de que se extienda la infección.


Quede claro de antemano que creo firmemente en la educación, en la concienciación y en el uso de la palabra como mejor forma de subsanar y evitar errores y de curar heridas, pero hay cosas que deben mirarse desde los derechos de la mayoría, aunque eso pueda parecer que resta derechos a algunos.


Me explico. No puede consentirse que estén gobernando en muchos ayuntamientos, partidos supuestamente democráticos que no expresen firmemente, sin rodeos y sin “peros”, su oposición a ETA, su oposición a la violencia y su condena a los atentados. Cualquier partido político que no se ponga de parte de la ley y de la democracia, debería ser disuelto. No podemos permitir que la ley y la constitución sirvan de amparo para personas que defienden el derecho de algunos a vulnerar esa ley y esa constitución que es de todos, promoviendo así la violencia.

Matar no es libertad de opinión ni expresión. Matar no es defender un ideal. Matar es matar y da igual en nombre de qué se haga. Son asesinos y como tal, deben ser perseguidos y castigados y todas las fuerzas políticas que deseen ser tratadas como tal y concurrir a las elecciones, han de declarar, desde un principio, en sus bases de constitución, que la ley y los derechos están por encima de todo y de todos y que ningún acto fuera de ese marco es legítimo ni lícito.

Hasta que no desaparezcan todos los aparatos políticos que apoyan el terrorismo y que subsisten entre los resquicios que dejan las leyes, no podremos acabar con esta situación. Quizás no sea el final de ETA y se con certeza que no será fácil acabar con un grupo de matones organizados, que es en lo que se ha convertido, pero creo que esa disolución de partidos, es uno de los pocos pasos que podemos dar dentro de la ley para ir haciendo que ese tumor no ahonde sus raíces. Al menos sería una forma de decirle al pueblo vasco, a los que están luchando y aguantando, que no están abandonados a su suerte y que se lucha tanto desde los cuerpos de seguridad, como desde la cúpula política.

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