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A roberto Iniesta

Uno puede emocionarse al oír una gaita, un violín, un piano, o un solo de guitarra. A algunos les parecerá ridículo asistir a la ópera o a una iglesia a escuchar gospel y a otros, les producirá grima el constante tintineo de las baquetas de jazz o quizás todo lo contrario. Todos podemos opinar, pero más allá de los gustos, están las certezas. Luciano Pavarotti, Placido Domingo, Friedrich Händel, Los Beatels, U2, los Rolling Stones, Jimi Hendrix, Sinatra, Ella Fitzgerald, Elvis….todo eso son certezas.

Y mirando en casa, en esta España que nos ha tocado vivir, nadie puede negar que algunos somos nietos de Serrat y Sabina e hijos bastardos de Extremoduro.

Se nos olvida mirar a los que tenemos enfrente solo porque no cantan en ingles; pero lo cierto es que hay demasiados ídolos con pies de barro allende los mares y las fronteras y aquí, entre Plasencia y el País Vasco, entre el estiércol, nos nacen poetas que dicen más con un rasgueo de guitarra y un grito gutural que mil pijas con sus melodías baratas.


Pocos grupos han dado tanto, han hecho tanto por la música de un país, por el estilo, por marcar un camino que hoy nos ha dejado una gran generación de grupos y solistas que intentan encontrarse sin perder de vista al “Robe”, a Roberto Iniesta, Don Roberto. Y ni Extremoduro ni “Robe” pasarán a la historia por ser un dechado de virtudes, ni por no fumar, ni beber, ni drogarse. Tampoco como buen ejemplo y puede que nunca hicieran nada demasiado bien, pero le pusieron banda sonora a grandes poetas, fue poeta de grandes hazañas, de días enteros de tardes muertas de adolescentes que crecimos enganchados a un walkman, a vino barato y cerveza, a estrofas de Machado, de Lorca y de otros que no conocimos y que hicimos nuestros, poniendo su letra en la voz de Roberto, y su voz en nuestra cabeza, plantando semillas que brotaron con ganas de respuestas.


Ahora que ya tengo más años y he asistido a más funerales y bodas, veo con orgullo que Roberto ha madurado como lo hacen los grandes, como Fito, como Kutxi Romero, con honor y sabiduría. Honor para envejecer sin traicionarse a si mismos, sin ser más que lo que uno es y siempre ha sido. Más maduro, más listo, más cansado y con mucha más experiencia.

Probablemente nunca podré acercarme a Roberto Iniesta y darle las gracias por significar tanto para un crío de dieciséis años y por poder seguir significando para un hombre de treinta. Estoy seguro de que nunca podré expresar con palabras lo que siento cuando oigo “Tres Puertas”. Me siento monte, y viento, y también hoja muerta y retoño verde y se me escapa el alma, o me la encuentro o algo así.

Probablemente, lo que nos deje para siempre, como los grandes, es la certeza, la verdad sin duda, la que queda cuando escuchas uno de sus temas y el tiempo se detiene para que salte la espuma de la ola, aquella ola “que surge del último suspiro de un segundo y nos transporta mecidos hasta el siguiente”…

Gracias por tanto Roberto. Gracias.

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