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¡Luchemos por la igualdad!

Y al oír ese slogan a voz en grito. Miro hacia el púlpito y veo a una mujer enarbolando sus valores con el puño cerrado, bajo una bandera de uno de nuestros partidos mayoritarios y sobre un pedestal circense sufragado por el ministerio de igualdad, a la postre, pagado con el dinero de los “curritos” autóctonos. Me puede la curiosidad y dejo a mi sobrino dando vueltas a mi alrededor con la bici y le presto el oído a la señora mientras no le quito ojo al crío.

Habla de valores, de trabajo, de sacar el país adelante, de las necesidades de las familias y de la igualdad entre hombres y mujeres.

Al cabo de un rato, mi sobrino se cansa, se viene al banco, le doy su zumo y se queda sentado a mi lado y empiezo a mirar a mi alrededor, a la gente, a los que escuchan y a los que pasean y me pregunto cuanto gana esa señora al mes, cuanto habrá costado ese mitin y esa convocatoria; me pregunto si no somos ya bastante iguales. Para mi que estamos todos jodidos por igual, pero en fin. ¿Luchemos por la igualdad? ¿La igualdad de quien? ¿Con quién tengo que igualarme?


Los hombres están desigualmente educados, al igual que las mujeres. Tenemos fracasos en ambos géneros, desprecios, tristezas y desempleo por igual y, si en algo destacan los hombres, por encima de las mujeres, es en ser más brutos, menos capaces de sentir y más dados a tomar decisiones absurdas y poco reflexivas. Creo que no hay NINGUNA necesidad de igualar a hombres y mujeres en nada porque la igualdad que se demanda proviene de una reflexión absurda. Hay solo que hacer una sencilla operación:


Pepe y Ana son: primero personas, luego personas que puedes hacer cosas malas o buenas, personas que tienen unos conocimientos o unas carencias, etc., y luego, mucho más allá, Pepe es una persona hombre y Ana una persona mujer, que a su vez pueden tener sus gustos y sus orientaciones sexuales CUALESQUIERA que sean y punto. Porque Pepe y Ana son IGUALES, son personas.



 

No hay nada que igualar. La igualdad va implícita en el concepto de ser humano. Lo otro, es debatir sobre una cuestión indiscutible, avalando así la idiotez del que enfatiza la distinción y, exonerándolo de culpa cuando saca el tema a relucir y opina sobre el mismo, puesto que opinar no es un delito. Pero claro, nadie opina que el cielo es verde. ¿Saben por qué? Porque en la definición de cielo y su obviedad, como en la de ser humano y persona, no caben errores de apreciación.



¿Qué dice usted? ¿Qué lo de la igualdad es por el trabajo y esas cosas? Ah!, perdone, entonces si, claro. Debe haber en el gobierno tantos hombres como mujeres, bomberas como bomberos, enfermeras como enfermeros y que la cantidad de blancos y negros sea proporcional, y la de gordos y flacos, bajos y altos, homosexuales y heteros, que opten a ayudas la misma cantidad de drogodependientes que de alcohólicos, de prostitutas que de chaperos y qué, que más…¿es que nadie ve que eso es absurdo?


Es un planteamiento simplista de corte comunista apoyado por personas capitalistas que viven en una compleja sociedad en la que nadie quiere ser menos que nadie y todos quieren tener un coche mejor. No se puede ser absurdo. Organizaciones comunistas con salarios capitalistas y valores anarquistas en mitad de un siglo postmodernista que arrastra traumas del medioevo…para mi que se me va a atragantar el cóctel. Hay que ser coherente y una vez más, la respuesta a esa serie de demandas, es complicada si no se organiza sobre una base objetiva.


En el gobierno debe haber PERSONAS cualificadas, me da igual de que color, género o procedencia. Y los que mejor lo hagan, que se queden, aunque no hubiese ni un solo hombre en toda La Moncloa. Y en el departamento de bomberos igual y así, en todos y cada uno de los puestos de trabajo que se me ocurren. Y que gane más. Quien mejor desempeñe su tarea.

¿A que nadie ve raro que a un obeso de 140 kilos no lo dejen ser bombero? ¿Pero y si ese señor sabe mejor que nadie como atajar un fuego y tiene grandes conocimientos de química y meteorología y es ingeniero de montes? Ah!, pues que se joda. Que adelgace.


Porque claro, puedo decir que alguien es un gordo de mierda, pero no un negro de mierda o un catalán de mierda o un murciano paleto.


¿Entonces donde leches está la igualdad?

 

 

Yo no se si me explico, o es solo que vivo a la sombra de una idea intentando explicar la figura que el halo me difumina, pero a ver si alguien me ayuda a entender qué tengo que igualar y con quien o a quién desigualo yo con mi propia existencia. Porque de verdad, que estoy como Gila llamando al “enemigo”.

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