Nos vamos de alquiler
Después de los saludos y las formalidades, pasamos a ver el salón, la cocina, el baño y el dormitorio. -Bueno, pues este es el piso…54 metros en total. 360 Euros.
No os voy a engañar, a nosotros nos llamó la atención que un piso junto a la universidad costase eso y fuimos por el precio, pero he aquí que no era un apartamento, ni un estudio, ni exactamente un loft (aunque faltaba algún tabique); aquello era indescriptible. El olor no sabría reproducirlo en palabras, pero imaginad que dejáis el agua de fregar dentro de un armario y lo abrís al cabo de un año. Pues así. Y me dice la mujer al ver mi cara de susto: “es que era piso de estudiantes”. Que yo pensé: ¿de qué? de arqueología. Allí había polvo más antiguo que yo y restos de muebles que se habían ido momificando hasta ser irreconocibles.
Y la mujer seguía: estaban unos estudiantes que se fueron sin avisar…
Y yo pensando, no se han ido, murieron y siguen aquí, bajo las arenas, así huele.
El salón era como “la zona cero”. Lo que quedaba en pié había que derruirlo y lo que ya eran escombros, necesitaríamos meses para sacarlo. Yo pensaba que en cualquier momento iba a salir un bombero de cualquier esquina gritando “Salgamos, va a derrumbarse!!”…
Que le dije a mi novia: seguro que en el portal hay una placa con los nombres de los desaparecidos, como en el Vietnam Memorial de Washington…
Llegamos a la cocina y, mientras yo miro por un agujero de la pared junto al grifo a través del cual se ve el salón, dice la tía: pues ya veis que está para darle un par de manos de pintura y entrar a vivir. Mi novia me miraba como diciendo: “ni enterrando el piso en cal y quemándolo después, queda esto desinfectao”.
La mujer, mientras nosotros seguimos a cuadros, dice: os he dejao la lavadora y la nevera, mira…
Mientras iba a abrir, elevando un poco la voz le digo: no, si da igual, ya la vemos. Yo pensaba, seguro que hay dentro una rata escuálida que nos dice “matadme, por favor”.
Yo ya le dije: mujer, unas reformas necesita. Y me contesta, mientras tira de una manta que tapa “algo”,: hombre, ten en cuenta que te lo doy semi-amueblao; y la casa tiene muchas posibilidades…
Mientras la manta caía al suelo y las almas atrapadas en ella salían exorcizadas, aparece un tresillo rojo de polipiel , cuarteado como los manuscritos del mar muerto, con un agujero en el reposabrazos del tamaño de una manzana. Por un momento pude ver a la ratica comiéndose el brazo del sillón, pensando “y como he acabao yo aquí, con lo que yo he sio…”
Y mi novia por lo “bajinis”: posibilidades no se si tiene, pero mierda…
Ahí se nos debió cambiar la cara, porque la señora ya nos empezó a decir que podía rebajar el precio un poco y tal y nos acompañó a lo que, según ella, era lo mejor, el dormitorio. ¿Sabéis esos crucifijos en los que cristo te sigue con la mirada vayas donde vayas? Pues uno de esos permanecía inmóvil sobre un cabezal barroco que presidía un somier de muelles con su colchón azul raído y dos cortinas como de ganchillo en beige.
Era como estar en una de esas cárceles mejicanas que salen en los westerns antiguos, solo que sin el acento gracioso. Pero eso no es lo mejor; lo mejor era que la habitación estaba pintada de verde manzana intenso, pero claro, se ve que antes la habían pintado de azul, y en los desconchones se veía la pintura azul y entre los lunares, las puntillas y el cristo, era como una visión kitsch de la feria de Sevilla. Mi novia ya no pudo más y le dio la risa y se fue ella sola a ver el baño para disimular.
A mi me acompaña la señora y, de camino, corre una cortina de bolas de madera y me enseña “la despensa”. Es decir un hueco en la pared con dos baldas y la cortina de las bolas delante. Y eso así, en mitad del pasillo. Que me dice mirando al techo compungida: “la luz de aquí no funciona”…Ahí, como diciendo, la casa esta de p*ta madre, pero esta luz se ha roto…
Llegamos al cuarto de baño y veo que mi novia se ha quedado en el quicio estupefacta. La pared del cuarto de baño estaba alicatada con azulejos en distintas direcciones, formando rombos, desconchados y distintos. Por un momento pensé que si los miraba desenfocando la vista iba a ver una nave espacial en 3D o la Torre Eiffel. La grifería, que debió ser cromada algún día, era azul verdosa, entre oxidada y ecológica y la cortina de la ducha estaba tan rígida, que si no me lo dice mi novia, yo me creo que es una mampara de metacrilato.
En el suelo, habían optado por no andarse con miramientos y, en lugar de ir remendando los azulejos, habían echado cemento blanco en todo. Me niego a hablar del retrete por principios, pero diré que la cisterna, colgada del techo, tenía por cadena un cordelito azul con una anilla de las de los tapones de los lavabos.
Eso si, tenía uno de esos armaritos con puerta de espejo que salen en todas las películas de terror, que siempre había querido tener y ahí me di cuenta de que a veces, la realidad, acojona mucho…
Total, que a lo mejor nos compramos un piso…
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